viernes, 16 de junio de 2017

De la modestia a la autenticidad

Ya que comencé el mes hablando del tema de la ropa, quisiera hablar esta vez de la modestia en el vestir y lo que ha implicado para mí. Llevo ya tres años en la reconstrucción de mi estilo a partir de este valor tan menospreciado y malentendido que es la modestia, y quisiera contarles un poco de esa experiencia.

Lo primero es que yo pensaba como muchas mujeres, que la modestia era vestirse como las Testigos de Jehová, de faldas largas, colores aburridos y sin maquillaje. Aunque nunca he tenido el cuerpo que está de moda, si me gustaban mucho los escotes y las minifaldas. Mi estilo era algo loco y aleatorio, a veces era muy formal pero colorido, a veces lírico y cursi, a veces sólo descuidado. Era fan de las prendas únicas, sobretodo hablando de zapatos, y mis zapatos eran en general de colores fuertes y texturas raras. Tuve unas cuantas relaciones y para cada una ajustaba mi estilo al del novio del momento: unas veces más rockero, otras más formal o más hippie, y así.

Hace tres años largos conocí a mi prometido, en un proceso intenso de conversión definitiva a mi fe que es la Iglesia Católica. Él iba un poco más adelante que yo en el camino de la fe, y con él cambió la dinámica en la que me relacionaba con los hombres, desde la misma acción de coquetear. Lo conocí al final de una enfermedad que no solo me devastó la piel, sino que también me hizo bajar drásticamente de peso, y querer cortarme el cabello bien corto. Para esa época había muy poca ropa que le quedara a mi casi esquelético cuerpo y que no me irritara la piel. Él me conoció cuando menos autoestima tenía, cuando de mi apariencia no me podía fiar, cuando más "fea" estaba. Nuestra amistad evolucionó a noviazgo gracias a las conversaciones que teníamos y a los actos de cariño y pequeños sacrificios que hacíamos el uno por el otro.

Nuestro noviazgo comenzó, y fue algo que yo nunca había vivido: un noviazgo en la castidad dirigido al matrimonio. No me di cuenta de cuándo me había curado por completo de la piel y estaba recuperando peso. Sin embargo, él se veía muy aterrizado y serio en su forma de vestir, y yo seguía siendo descuidada e infantil en mi aspecto físico. Así como con mis relaciones anteriores, quería que mi estilo se ajustara más a él para que hiciéramos "buena pareja". Paralelamente había empezado a estudiar documentos sobre la pureza y la castidad, y en ellos se mencionaba recurrentemente la modestia en el vestir. Busqué en Pinterest fotos de ropa modesta, y también encontré comunidades en Facebook alrededor de este tema, y así dí con esta página:


Sin entender mucho de portugués para saber bien la teoría, pero por las fotos tan maravillosas que ponían ahí como sugerencias, comprendí qué es lo que no podía seguir haciendo y saqué unos lineamientos para mis próximas compras. Eliminé entonces toda la ropa de escotes profundos y las minifaldas ajustadas al cuerpo, y de casualidad recibí de regalo un par de faldas hasta debajo de la rodilla. Para esas faldas tuve que comprar zapatos distintos a los que tenía, y pasé a una época un poco escrupulosa en la que me fui ya al otro lado y vestía faldas largas, camisas y cuellos tortuga. Me costó estos tres años reconciliar el estilo escrupuloso con mi estilo propio, y ahora estoy muy feliz con mi ropa, con mi recientemente definido Capsule Wardrobe. 

No puedo dar muchos detalles acerca del proceso que he vivido porque todo ha sido muy difuso y no lineal, para que finalmente un día me encontrara con que me sentía lo más cómoda que me había sentido en mi vida, y lo más auténticamente yo. He entendido poco a poco que vestir con modestia no es esconder el cuerpo, ni afearse o evitar a toda costa llamar la atención, es darse dignidad a uno mismo, y estoy casi segura de que lo que me curó la piel fue recuperar esa dignidad que me dieron la modestia y por lo tanto la castidad: El vestirme modestamente no solo me hacía combinar mejor con mi prometido, sino que nos evitaba la tentación a los dos, y nos permitía vernos y amarnos de una forma más completa y respetuosa. 

La modestia también me conectó con una verdadera feminidad de la que no estaba conciente, porque la modestia desde la perspectiva Católica se trata de realzar la singular belleza del cuerpo femenino, sin apelar al deseo sexual: Se resalta la cintura; y los tobillos, los antebrazos y la clavícula cobran un nuevo significado. Recién descubierta esta feminidad comencé a investigar material de los años 1940 y 50 sobre la belleza femenina, y aprendí cosas valiosísimas que hoy en día no tomamos con la suficiente seriedad, tales como el cuidado del rostro. Yo no me cuidaba mucho el rostro, no me lo limpiaba por la noches ni usaba protección solar, pero ahora, mi rostro es lo que más pesa en mi apariencia, a la par con el cabello, y por eso he adquirido rutinas, cuidados especiales y formas de maquillaje para mantener ambas cosas luminosas y claras. ¿Por qué luminosas y no bellas? Porque descubrí que lo que quería proyectar era la claridad y la luz que siento dentro de mí ahora.

El meollo del asunto está en eso, en proyectar quien es uno por dentro realmente, y la modestia permite deshacerse de la carga de ser un objeto sexual, es decir de ser esclavo de causar una admiración que termina siendo deseo. No debiéramos adoptar la modestia por los hombres, aunque a ellos les ayuda mucho a darnos el verdadero lugar que tenemos; sino por nosotras mismas, para que nos percibamos como realmente somos, y cultivemos el interior para reflejarlo en el exterior. Después de que los principios de la modestia se hacen parte de uno, uno puede jugar con ellos para mostrar con la ropa las cualidades y los rasgos más característicos de uno por dentro.

En mi página de Facebook estaré poniendo durante toda la semana fotos de estilos modestos pero muy diferentes entre sí. Por ahora, les comparto este que se acerca al mío:






El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...