martes, 12 de febrero de 2019

Mi debut fallido


Llevo ya 5 años cantando música sacra en misas. Primero estuve en varios coros, y estos dos últimos años fui solista con acompañamiento de órgano, provisto por un amigo. No obstante, por cuestiones de la vida, hoy en día no tengo organista acompañante. Es por eso que me propuse ser mi propia organista hace un par de meses, y me dediqué a sacar unas cuantas piezas fáciles y versátiles para cantar y tocar al tiempo. Me encanta cantar misas, no quería verme limitada y tener que dejar de hacerlo.  

Mi esposo también canta música sacra y con él cantamos mi primera misa como organista hace casi un mes. Con mucha disciplina me clavé a estudiar la parte del teclado todos los días las dos semanas previas al compromiso, y cuadramos los cantos de forma que nos turnábamos para cantar solos. Cuando llegó el momento, estaba muy nerviosa. La pieza de la entrada la acabé muy pronto, con el Kyrie no pude... Pero después me concentré y de ahí en adelante todo salió bastante bien. Varias personas nos felicitaron, y mi papá, que no sabía que era yo quien tocaba, estaba convencido de que el organista con el que solía trabajar estaba ahí. Habíamos estado ubicados en el coro de la capilla, que de forma tradicional es un balcón ubicado al fondo del recinto, nadie nos veía. 

Sin embargo, mi esposo tiene su trabajo (del cual vivimos), y si quería cantar la misa del día de Nuestra Señora de Lourdes, una advocación a la que le tengo mucho cariño, lo iba a tener que hacer sola. No me importó en el momento, y dos semanas antes me fui a mi parroquia a apartar el cupo para cantar la misa de 6:00 p.m. el 11 de Febrero. 

La semana anterior no pude dedicarme a practicar con la disciplina que quería, pero el fin de semana me clavé. Llegó la fecha (ayer), y durante el día traté de estar tranquila. Me alisté temprano, con la idea de llegar a probar sonido, dejar todo preparado y ensayar antes de la misa. Salí con mi teclado al hombro, y llegué 45 minutos antes al templo. 

Oh sorpresa. El templo estaba lleno y el coro, que es prácticamente al lado del altar, repleto de adultos mayores. Un Movimiento de esos de laicos había apartado el templo para hacer el Rosario, un hecho sumamente respetable, pero que a mí no me convino. Apenas estaban empezando el primer misterio cuando yo llegué. Me senté al lado del coro y me dispuse a rezar con ellos, pues no valía la pena devolverse, y quería instalarme lo más rápido posible cuando se fueran. 

Resumiendo, el Rosario se les alargó hasta tomar tiempo de la misa. Faltando 10 minutos para las 6:00, yo me instalé como pude entre aquel coro de adultos, y a duras penas pude conectarme al sonido del templo, cuando entró el padre. Los cantos me salieron terribles. Resultó que aquellos viejitos nunca se fueron de mi lado, y no sólo me pedían que arreglara el volumen del micrófono del padre, sin yo tener ni idea de cómo hacerlo, sino que comentaban entre sí que me veían muy nerviosa. En efecto, yo era un mar de nervios. La voz no me quería salir, luego no podía afinar, luego me salía un vibratto descontrolado, las manos me temblaban. En un par de piezas dejé de tocar el teclado porque me bloqueé y se me olvidó lo que estaba haciendo. Para colmo, jamás había visto yo tan llena de gente mi parroquia entre semana. Sentía que TODO el barrio me estaba viendo hacer el ridículo.

Cuando acabó la misa, no miré a nadie, entré a la sacristía y lloré un poco en el baño. Hace mucho que no fracasaba tan rotundamente en el ejercicio de mi oficio de músico. 

Dolida me encontró mi esposo y luego mi suegra, pues nos la encontramos de regreso al apartamento. Mi esposo me hizo caer en cuenta de que nunca había cantado ningún género en ninguna situación completamente sola frente a tanta gente. Siempre, desde la universidad, tuve algún acompañamiento instrumental hecho por otra persona o por varias, o estuve en bandas, grupos y coros. Todo el tiempo me grabo para YouTube tocando y cantando sin nadie más, y no es difícil ni traumático, pero es que la presencia de gente real golpea duro. 

Mi suegra me dijo que de humanos es equivocarse. Tiene toda la razón. Si hace mucho no fracasaba así es porque hace mucho no intentaba algo nuevo. Toda habilidad que uno empieza a adquirir pasa por ese proceso, con la práctica y la experiencia es que uno va mejorando. Así me pasó también con cantar, y luego con cantar música sacra, pues tuve que aprender una técnica diferente a la que me enseñaron en la carrera. 

Hoy, superada la conmoción de ayer, ya más reposadas las emociones, recordé algo que dijo un experto gregorianista, y recuerdo mucho que cuando lo escuché no lo tomé bien: Él decía que en la música para la liturgia, tocar o cantar perfecto no debía ser un afán, porque eso torcía nuestras intenciones, y más bien alimentaba nuestra vanidad. Si Nuestra Señora quiso tomar mi ofrenda así ayer, es porque así le agradó más. Sospecho que no tanto por la música como por el estado de mi alma: humillado. 

El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...