martes, 2 de noviembre de 2021

El último mes


Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profesional PC del trabajo. Hoy es un día feliz, porque tengo tiempo: mi primer día libre (entre semana) en un mes. Los fines de semana son para mi esposo, el coro y la misa, y no tengo tiempo para este tipo de cosas como escribir. 

Sucede que el primer lunes de Octubre emprendí una nueva aventura que implicaba dos cosas que nunca había hecho en mi vida: 

1. Trabajar tiempo completo.

2. En algo no relacionado con mi profesión, en este caso, Call Center. 

Me di la oportunidad porque tengo un par de deudas no pequeñas, y me urge salir de una de ellas este año. 

Afortunadamente tuve un mes para prepararme, porque me confirmaron que pasé a la vacante a principios de Septiembre. De esta forma pude ir haciéndome a la idea, y saborear con más cariño lo que iba a dejar atrás: Cantar misas entre semana, a mis estudiantes, y tiempo para las cosas creativas. Además, duré 5 años disponible a mi familia para lo que se ofreciera gracias a la informalidad de mi vida laboral, y eso iba a terminar...

Dios es tan injustificablemente generoso que todo se dio con la mayor suavidad posible. La primera semana de entrenamiento consistió en reuniones y cursos virtuales, y para finales de la segunda semana comenzamos el trabajo real, pero con mucho respaldo y consejería. En esta primera fase recordé lo que era ser parte de un grupo heterogéneo, la emoción de conocer gente nueva, y que soy de risa fácil. Estar tanto tiempo sentada frente al computador era duro, pero yo me las arreglaba para hacer mis cosas también, como tejer y tocar teclado o practicar tiple, lo que lo hacía bastante llevadero. 

Sin embargo, para el martes de la tercera semana ya teníamos que atender llamadas todo el tiempo, y el choque fue duro. Mi trabajo es Servicio al Cliente para los Estados Unidos, atiendo 100% residentes de allá, y aunque hay gente muy amable, no es que llamen para felicitar, llaman siempre porque tienen algún problema. Empecé a sentir terror de recibir llamadas desde el primer momento de esa semana, miedo, literalmente. Temblaba esperando las llamadas, sentía frío el pecho a pesar de estar abrigada, y cuando mi esposo se despedía de mí en las mañanas me daba una especie de guayabo, angustia de tener que quedarme sola con la gente gringa. A pesar de eso, ya por la costumbre de tener buen trato con las personas, me fue bien, y mis números han sido buenos. No voy a decir que las malas expectativas no se cumplieron, he tenido llamadas muy malas. Y ahí sí que tomar llamadas todo el tiempo no me dejó espacio para nada más, porque los descansos los uso para hacer oración, limpiar la casa o acostarme a ver el cielo por un momento. Ni siquiera me dan ganas de comer. Intento tocar algo de piano por las noches pero quedo tan cansada que se me cae la cabeza del sueño. 

Así han sido la tercera y cuarta semana, y así será esta, pero ya después de todo este tiempo yo me conozco, y sé que soy muy "millenial": me frustro fácilmente y me rindo. Esta vez no quería que fuera así y con mucho esfuerzo he aguantado hasta este momento, y después de solo un mes ha cambiado la forma que tenía que de ver muchas cosas: 

- El trabajo: Yo veía que la gente trabaja largas horas y se siente realizada, y pensaba que me iba a sentir útil y llena por dentro por tener qué hacer durante todo el día. Pero supongo que depende mucho de la persona y el oficio. Yo termino mis horas añorando hacer algo que me eleve un poco: leer, tener conversaciones profundas, escuchar música antigua... Porque veo carros de mercado virtuales todo el día llenos de cosas y más cosas no indispensables, y tengo conversaciones acerca de dinero. Cuando un cliente se abre como persona es lo más maravilloso, pero eso es 1 caso de 20. 

A veces pienso que el trabajo es para gente que no tiene nada mejor que hacer. Yo tengo muchas cosas mejores que hacer. 

- El dinero: Nunca en la vida me había ganado lo que me hice este mes, y esto me motivaba mucho. Pero cuando llegó el sueldo la semana pasada, no me sentí eufórica, ni mucho mejor... Es decir, no vi el suceso tan grande como pensé. Es como si después de tanto tiempo de no tener dinero ya no fuera tanto, y menos mal, porque así soltarlo para pagar mis deudas no me va a doler. 

- Mi edad: Soy de las personas mayores en general y no solo en el grupo de recién llegados, mis trainers y mis advisors son menores que yo también, y esto me ha cambiado la percepción que tenía de mi misma, porque la edad no solo se me ve en las manchas que tengo en la cara, sino en que tengo más serenidad y gravedad, me siento con peso. Es un alivio porque no quería ser de esa gente que se aferra y se estanca en la inmadurez. 

- Mi tiempo: Después de un mes me arrepiento de no atesorar aún más el tiempo que tuve y no gastarlo mejor. Pude haber visto mucha menos televisión, y pude haberme tomado más en serio mucho de los proyectos que empecé y no terminé. Si tengo la oportunidad me aplicaré a terminar todo eso. 

He seguido aplicando a vacantes de empleo y es muy probable que esta sea mi última semana en donde estoy porque me han llamado de dos lugares, y en ambos trabajaría menos horas. Interesante la forma en que Dios ha dispuesto todo... Creo que Él permitió este empleo para que yo soltara mi ego y me dejara llevar, y ahora me pone oportunidades menos intensas para que retome mi vida remplazando el tiempo inútil con trabajo, y dejando el tiempo libre para que me concentre mejor.

Lo importante es que me conceda dedicarle mi talento a Él, y deleitarme en las cosas bellas y altas que implican conocerlo a Él. De verdad quisiera no volverme a perder la Fiesta de Todos los Santos, que tuve que perderme ayer por trabajo. Por lo menos la de los Fieles Difuntos de hoy no me la pierdo. 

Que se cumplan los deseos de su Sacratísimo Corazón. 


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