martes, 8 de enero de 2019

Los templos

Hablo de los templos católicos exclusivamente. 

La Fe Católica es la fe que profeso, la vida que vivo. Nadie debería estar sorprendido, porque soy muy abierta al respecto, y en varias de mis Impresiones hay apuntes sobre el tema. 

Pues bien, pasa en casi todas las familias, en algún momento de sus vidas o toda la vida, que no todos comparten las mismas creencias, a pesar de ser un fenómeno que no debe tener más de dos siglos. Es así que en mi casa no todos estamos de acuerdo, ni siquiera dentro del mismo lado, es más bien que cada uno está por su cuenta. No obstante, a los extremos estamos mi hermanita menor y yo, siendo yo "lo más católico" y ella "lo menos", si es que me hago entender. 

Ahora mismo ella está mochileando por el sur-occidente de Colombia, y de pura casualidad dio con el Santuario de Las Lajas. Nos contó que cuando lo vio no pudo evitar que se le saltaran las lágrimas, y muy emocionada nos mandó fotos del templo por dentro y por fuera, de las placas que la gente manda hacer en agradecimiento por la gracia concedida, en fin. Me alegré muchísimo porque aún ella no había sido inmune a la belleza imponente de la Basílica.


Su experiencia me hizo el día, pero me puso un poco melancólica porque hace tiempo que no voy a misa a un templo bonito. Me puse a recordar los templos más sublimes y hermosos que he visitado: El Brompton Oratory, la Catedral de Westminster, la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá aquí en Colombia, la Catedral Primada de Colombia y la Basílica menor de Nuestra Señora de Lourdes aquí mismo en Bogotá. En estos templos me sentí en el Cielo, pues viendo la magnificencia de la arquitectura, la corte de ángeles, la corte de santos y como centro de todo el espacio el Santísimo Sacramento rodeado de la mayor gloria visual posible, se hace uno idea de lo que sería la visión beatífica. 


Las cosas como son: las parroquias de barrio más modernas son austeras si no feas, y así ocurre en mi barrio. A lo hecho pecho, le debo mucho a mi parroquia y la atesoro en mi corazón, tanto que allí me casé. Pero no sobra peregrinar a un templo bello periódicamente, un templo que reboce de arte que dignifique la Casa de Dios, pues eso es lo que literalmente es el templo.

No sólo la belleza del templo me ha hecho sentir más cerca del Cielo, también está la belleza de la Liturgia, y sé que muchas personas jóvenes en estos últimos años han caído vencidos por la belleza de la Misa Tridentina, la de antes del Concilio Vaticano II, porque es más solemne, digna, y ante todo, humillante, en tanto que uno siente lo poco que es en comparación con el milagro de Jesucristo hecho pan. Así me sucede a mí. 

Sé que esto ya debe estar dicho, y por varias personas, pero hacer que la belleza no es importante en nuestra Iglesia y más aún en la evangelización, es un gravísimo error. 

El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...