jueves, 26 de julio de 2018

Nuevas perspectivas sobre la modestia

Hace más o menos un año escribí un artículo acerca de la modestia, de mi interpretación y cómo la fui integrando a mi vida. Comparto el link para contextualizar:


Lo estaba releyendo, y no está nada mal, sin embargo, como los seres humanos nunca dejamos de crecer, he aprendido aún más sobre la modestia y me gustaría compartir estas nuevas reflexiones.

Todo empezó porque estaba escuchando un capítulo de un podcast de apologética en inglés, que prometía abordar temas como el maquillaje y la cirugía plástica, como quien dice pensado para el público femenino. Es por esta razón que el anfitrión había buscado el apoyo de una invitada, una mujer. La decisión fue algo sensato, porque él tenía serios malentendidos y escrúpulos exagerados con respecto al maquillaje, y a mí me encanta maquillarme, no porque lo utilice para deformar por completo mi rostro o esconder algún tipo de realidad y engañar, sólo me gusta realzar mis ojos y mis labios.

Afortunadamente la chica defendió el uso moderado del maquillaje, y salvó el podcast de que yo dejara de escucharlo movida por la indignación. Aquella sabia mujer estaba inspirada, y de sus explicaciones, respaldadas en Santo Tomás de Aquino, aprendí algo que me resonó con fuerza en la cabeza y me facilitó atar un montón de cabos:


La modestia se trata de vestirse y comportarse acorde al ambiente en el que se va a encontrar uno.




A veces el asunto se reduce a vestir apropiadamente para la santa misa, que si, debe ser de forma respetuosa, seria y solemne, porque uno se va a encontrar en la casa de Dios frente a la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía... Pero hay millones de ejemplos en los que no se suele aplicar la modestia a los que no se les pone tanta atención: Si va a hacer sol, ponerse un sombrero es modesto; si hace frío, ponerse una bufanda es modesto. Si uno va a estar al aire libre no se va a ir vestido de blanco, porque el mugre se va a notar y sería inmodesto; si uno tiene que pasearse por un barrio humilde, no se va a llevar la ropa más cara y todas las alhajas para presumir su riqueza, es inmodesto. Para las entrevistas de trabajo sí que se piensa en esto, pero ¿será que sí para todo lo demás?

Adicionalmente, esa pequeña lección tiene otra cara, y es la de adaptarse al tiempo y al lugar. En esta cara fallan muchas de las almas más escrupulosas, y por eso es tan difícil para la mayoría de las mujeres ajustarse a los estándares de los ambientes más tradicionalistas. Me explico: Si vivimos en el siglo XXI, por más podrido que parezca estar, no podemos simplemente vestir como en el siglo XII, esto causa división, causa una distinción innecesaria que raya con la pretensión. Y la pretensión es de lo más inmodesto que hay porque es soberbia. Dentro del estilo de vestir de esta época hay opciones modestas, en el sentido de cubrir con pudor, como en los ejemplos que mostré en el artículo anterior; y también hay opciones para todo tipo de situaciones. 

Esto también aplica a la costumbre de que la mujer ha de cubrirse la cabeza en el templo que tienen las comunidades más tradicionales. El velo o mantilla no se ha usado desde los tiempos de Jesús, ni siquiera es algo del el siglo XIX. Las mujeres en los años 50 adoptaron la mantilla para remplazar el sombrero o tocado, que fue lo que se usó hasta esa década. En los años 50 ya no era la tendencia el sombrero, fue una decisión de moda. Es por esta misma razón que en esta década no tiene sentido exigirles a las mujeres que usen mantilla estrictamente, en vez de una boina o un gorro, que son prendas de este contexto histórico. Lo más curioso es que en las comunidades europeas no vi esa fiebre y escrúpulo de la mantilla como si la he visto aquí... 

¿Qué tal si revisamos nuestro armario? Tal vez esté lleno de ropa apropiada para misa o para hacer deporte, o para estar en la casa, pero carente de ropa para dar un paseo al sol o para una invitación a tomar onces en la tarde-noche. Concluyo lo mismo que en mi primer artículo del tema: la modestia es darle la dignidad que tiene a nuestro cuerpo. 






El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...