lunes, 8 de junio de 2020

"Nuevo hoy"

Es fácil sentir la monotonía en estos días de aislamiento. Seguramente se ha vuelto recurrente el comentar con otras personas que uno ya no recuerda cómo era la vida antes de esto, y más aquí en Bogotá, donde las personas somos tan adaptables y aguantadoras. 

Hay detalles en mi vida que son relativamente recientes, con los que me pasa algo similar. Por ejemplo el tejer: aprendí a tejer hace apenas seis años, y ahora es una actividad crucial de todos los días. Tampoco concibo mi vida sin cantar misas, sin sentir esa familiaridad con el canto gregoriano; o no recuerdo la vida sin escribir blog.

Nunca me ha parecido del todo sano hablar de un "antes y después" tajante, porque he conocido personas que asumen que el "después" es estático, y no se preocupan por seguir creciendo, o incluso se tropiezan con que la voluntad cambia, y hay circunstancias que nos despojan del control. Sin embargo, yo siento que hubo un momento en el que asumí con convicción los cambios que se habían estado produciendo en mí poco a poco, y a partir del cual cambié mucho como persona. De ese momento hablo en mi canción "Nuevo Hoy".


En la canción hablo del momento de mi conversión, de cuando decidí abrazar mi Fe Católica, y asumirla sin tibiezas ni matices. Mi historia no es como aquellas que son virales porque son cambios de vida extraordinarios, de un extremo al otro, no. Nunca me alejé de mi fe, pero sí me avergonzaba y me daba muchas licencias, quería encajar, como cualquier persona: hacer lo que todos, querer lo que todos, tener las mismas inclinaciones y gustos, pensar como todos. 

No obstante era muy infeliz, porque no me salía natural y tenía que hacer mucho esfuerzo, era agotador. Tan agotador fue que padecí una enfermedad que reflejaba muy bien esa lucha: una dermatitis que no me respetó ni un centímetro, como si me quisiera arrancar la piel y dejar de ser yo.  La enfermedad no me iba a matar, a lo más grave a lo que llegó fue a infección, pero verme así, afeada, me afectó mucho, e iba rumbo a una depresión. 

Busqué consuelo en la Iglesia, y Dios me lo concedió de forma tan puntual y tan abundante, que no pude seguir pretendiendo que me importaba más lo que pensaran los demás, quería ser completamente honesta con mi fe, como debía ser. Dios no sólo me sanó, sino que al poco tiempo conocí a mi esposo, de fe como yo, y ya llevamos dos años de casados.  

Cada vez que escucho esta canción me alegro muchísimo, porque he sido muy afortunada. 



El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...