lunes, 22 de abril de 2019

La Pascua y los anhelos

Las personas que, más que solo creer, vivimos una fe, sabemos que no la tenemos fácil. Si en general la vida está llena de obstáculos, para nosotros no sólo se trata de vencerlos, sino de que nuestra fe se vea probada y al final sigamos siendo fieles. Y Dios nos prueba por el bien de nuestra alma, porque así crecemos y nos fortalecemos, profundizamos en el conocimiento de Él y su Creación, y de paso mostramos al mundo que sí hay recompensa, porque así es. 

Esta última parte me costaba creerla el año pasado. El desempleo había socavado todas mis relaciones: mi familia ya no tenía paciencia para mi "vagancia", y no nos podíamos casar aún con mi actual esposo porque ninguno tenía con qué vivir, nos sentíamos estancados en la relación.  Nos mantuvimos firmes en el cultivo de nuestra espiritualidad y mucha gente pensó que nos recostábamos en la fe sin hacer nada de nuestra parte, y que por eso no nos salía nada. No era cierto, buscamos oportunidades sin cansancio. Al contrario, se empezaba a sentir que nuestras oraciones no eran escuchadas, que no éramos correspondidos. Amar se hacía difícil, pero nosotros insistíamos. 

El pico de esta crisis coincidió con la Cuaresma y la Semana Santa del 2018. Luego, en la semana de Pascua, mi esposo consiguió el empleo perfecto, que no imaginábamos, en el que gana lo suficiente para que vivamos los dos. Yo también conseguí trabajar por horas, que más que ayudarme financieramente, me ayudó a salir del estado casi depresivo en el que estaba. En Pascua Dios nos mostró que la espera tenía un propósito práctico, en el sentido del empleo de mi marido, y a través de esto se vio cuán perfecta es su Voluntad y el esmero con que nos cuida. Nuestro anhelo de casarnos se cumplió, y somos felices. 




También hace poco vi como la Providencia cumple los anhelos. 

Hace poco mi fe fue probada con una tentación enorme y abrumadora, que no vi venir. No sólo mi fe sería probada, mi vida se iba a ver destruída si caía. Volver atrás iba a ser muy difícil, y reparar los daños, imposible; pero para vencerla iba a tener que renunciar a algo que me hacía inmensamente feliz: interpretar música sacra de voz y órgano. Vencer era romper completamente con el organista con el que trabajaba, personal y profesionalmente. Fue una decisión muy difícil porque no conocía a nadie más con quien pudiera trabajar, y perdí a uno de mis pocos verdaderos amigos. 

Ese sacrificio me dio muy duro. Pensé que tal vez había algo imperfecto en mi ofrenda a Dios cantando música sacra, y que si la Providencia no lo quería así, estaba bien aunque me doliera. Sin embargo, unos meses después apareció la oportunidad del coro en el que estoy ahora, con el que canté dos de las liturgias de la Semana Santa que acaba de pasar. Señor, Tú si querías que cantara, me diste gusto, cumpliste mi anhelo. 

En mi anterior entrada se puede leer que viví una Cuaresma de 5 años. Ya he salido por fin, mi Pascua ha comenzado, y algo bueno traerá esta Pascua del 2019. No es recomendable esperar algo a cambio de la práctica de la piedad, lo que sí puedo atestiguar a mi corta edad es que si uno ama por encima de todo, Dios provee, tal como en Mt. 6, 26-33. 






El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...