domingo, 15 de noviembre de 2020

Experiencias recientes

Hace 4 años recibí mi diploma de la maestría y me concentré en la tarea de buscar cómo ganarme la vida. No digo que me concentré en buscar un trabajo estable, porque no es así: todo el tiempo estoy en esa búsqueda, pero también he explorado formas de procurarme yo misma mis ganancias, como con mis clases particulares, haciendo conciertos por ahí, con trabajos de edición de música, o vendiendo mis tejidos. Ha habido meses en que me ha ido muy bien, otros meses lucho muchísimo por hacerme algo, y voy a muchas entrevistas tras las cuales no me vuelven a llamar.

Hay días en que me invade una tremenda zozobra porque tengo una deuda con el gobierno muy grande por la maestría, y casi que me ha sido imposible pagar las cuotas. Otros días me dedico a vivir normalmente y ni recuerdo. Pero es verdad que siempre que hago oración, u oramos con mi esposo, pedimos a Dios que nos conceda quedar libres de nuestras deudas, y yo adiciono en mi mente: que pueda asumir mis deudas y pagarlas con dinero ganado honestamente. Sé que mi mamá, mi abuelita, y otras personas también hacen esta petición. Ya desde hace 4 años...

El gobierno nos concedió una prórroga de mi deuda por la contingencia, y como tengo Octubre, Noviembre y Diciembre sin recordatorios agobiantes al respecto, he podido respirar. Tuve una entrevista hace tres semanas para trabajar en un colegio, pero desde entonces no me han contactado. Al mismo tiempo, me pidieron que cantara en un coro litúrgico pequeño, y como tengo el tiempo accedí. Es en una comunidad de Misa Tridentina, el rito extraordinario, que a mi esposo y a mí nos gusta mucho. Sabíamos que en la comunidad son muy unidos y siempre nos habíamos sentido por fuera, no en un mal sentido, simplemente no conocíamos a nadie. No obstante, les doy clases de música a niñas de algunas familias de allá, y así fuimos a dar en el coro. Llevamos tres semanas, hemos cantado cuatro misas, y yo ya siento un cambio fuertísimo en mí. 

Como sigo siendo dueña de mi tiempo, he podido conocer mejor a varias familias que me han abierto las puertas de sus casas, ya sea para que les enseñe música, o a tejer. También he podido conocer personalmente a cada miembro del coro porque ellos mismos se han ocupado de dedicarme momentos para charlar, con amabilidad y soltura. 

Desde hace un tiempo me he sentido cada vez más alejada de mi familia, excepto de mi mamá. No tengo nada en común con mis hermanas, tíos y primos en general, y  siento una ruptura desde hace mucho. Tal vez fui yo, tal vez yo me cerré, no estoy segura... Pero tampoco siento mucho interés en mí de parte de nadie. La recepción de parte de estas nuevas personas me hizo recordar lo que es la familia otra vez, la genuina generosidad, el interés gratuito en uno. La caridad se desparrama en estas familias, y no me salpica, me emparama. 

Recientemente me he sentido plena y tranquila, como si no hubiera nada más en el mundo que la Santa Misa y esta comunidad... Nada más que el deseo de despreciar lo que ofrece esta época maluca y vivir como si sólo se tuviera el Cielo en la mira, sin necesidad de girar en torno a una deuda o a ideales terrenales que nunca voy cumplir. Parece una locura que Dios en su infinita sabiduría disponga de mi tiempo libre para que visite familias fieles y virtuosas, ofreciéndole mi voz gratis en la Santa Misa; cuando lo que le he pedido es un trabajo formal, al que dedicar todo el día para ganar lo correspondiente a lo que debo, en el que no me quede tiempo de pensar en cosas santas. Bueno... Cuando uno lo dice es muy lógico.

El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...