viernes, 21 de febrero de 2020

La libreta

Una de mis hermanas me hizo una libreta con una tela que bordé, y quedó pequeña, pero con muchas páginas de papel cuadriculado. Tengo muchas libretas y cuadernos: Mi agenda, un par de cuadernos pentagramados cuyo propósito es obvio, un diario, una libreta en espera de ser el siguiente diario, un cuaderno en el que llevo registro de mis clases, un cuaderno en el que tomo apuntes de conferencias no musicales, y una pequeña libreta en la que anoto oraciones y apuntes de charlas sobre temas espirituales. Aparentemente no tenía nada por cubrir, pero quería estrenar el coqueto regalo de mi hermana, así que decidí usarla como libreta de bolsillo.

La libreta de bolsillo... Un recurso olvidado de hace muchos años. Me remonté a mis años del colegio de solo pensarlo. 

En general, pasar de primaria a bachillerato no es una cosa fácil. Yo no fui una excepción, y la segunda parte del colegio fue algo trabajoso e incómodo: la pubertad no favoreció mi apariencia; descubrí que el estudio me gustaba, lo cual no era común ni aceptado por los demás; y me encontré con un mar interior de creatividad vasto y difícil de controlar. Aquí entró la primera libreta, probablemente alguna de publicidad de una marca que mi mamá me regalara. En la libreta podía esconderme y pretender que tenía ocupación cuando me veía condenada a la soledad (porque a esas edades la soledad es un cruel castigo), y en ella anotaba pensamientos, reflexiones, citas que me gustaran, letras de mis canciones favoritas, hacía dibujos, tomaba apuntes cuando era necesario, pero sobretodo escribí muchos intentos de poesía. Las libretas se acababan y una sucedía a otra, y así hasta usar varias por año. Aún guardo algunas y a pesar de la vergüenza que me dan, admiro lo creativa que era, casi como una fuente que brota sin señal de llegar a su fin. 

Cuando salí del colegio la soledad terminó. Los amigos, los novios y la carrera ocuparon mi mente y mi corazón. Sé que hay uno que otro dibujo y poema en los cuadernos de la carrera, pero perdí la costumbre de la libreta de bolsillo. 

De vuelta al presente, comencé a usar la libreta que me regaló mi hermana este año, y de entrada anoté unas cuantas listas: libros que me quiero leer, cosas que quiero tejer, piezas musicales que quiero sacar. Luego anoté unas instrucciones de tejido que necesitaba tener a la mano, luego unas direcciones, hice un doodle, tomé unos apuntes... Y un día esperando un bus, me salió un poema sin buscarlo, después de años en los que no me pasaba eso. 

Qué feliz me hace mi linda libretita, siempre a la mano para recibirme. Soy una persona muy ordenada, y todo lo que facilite el orden de mi espacio me encanta, pero también soy así con mi mente, me gustan los sistemas y las teorías porque mi mente es muy inquieta y atiborrada y anda de aquí para allá con muchas cosas diferentes a la vez. Se podría decir que este caos natural añora y atesora el orden, y por eso la libreta volvió a entrar de maravilla: Tengo muchos intereses, y diversos campos de acción con sus respectivos propósitos que son cosa sólo mía: mi música, mis escritos, el trabajo, el tejido y numerosas lecturas y podcasts sobre mis diversos intereses. La libreta me permite aterrizar una cosa a la vez y aclararla. 

Estoy segura de que el celular no podría ayudarme con eso... Sólo digo. 




El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...