lunes, 22 de febrero de 2021

Cuaresma en el siglo XXI: Ayuno de Instagram


Llegó una vez más, como cada año, la Cuaresma, el tiempo que tenemos en la Iglesia para prepararnos para la Pasión y luego la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo,  con especial énfasis en el examen de la propia vida y la reparación. Mis propósitos para este año venían siendo los mismos del año pasado: Cumplir con la abstinencia y el ayuno los días indicados, no comprar comida entre comidas, no ver televisión, y hacer algo más de oración que de costumbre. Sí, así de floja seré, pero bueno, cada uno tiene su camino y va a su ritmo. 

Ya pasaron los primeros días de Cuaresma, y con esmero he ido llevando mis propósitos, sin embargo, anoche pasé el tiempo que pasaba normalmente frente al televisor, mirando y mirando el feed del Instagram. Había algunas fotos de tejidos, pero ayer no estaba como para admirarlos, al contrario, me puse a pensar en lo nada prolijos y principiantes que eran mis últimos tejidos publicados. Luego había fotos de conocidos, ni siquiera amigos... Curiosamente, mis amigos más cercanos no publican con frecuencia, su presencia es incluso nula en las redes. En vez de alegrarme por los triunfos y aventuras de mis conocidos, sentí envidia de la cantidad de "Likes" que recibían, en contraste conmigo. El humo negro y espeso de la turbación comenzó a embargarme, y me acosté a dormir atribulada por semejantes superficialidades y estupideces. Esta mañana me levanté con la idea de que tengo que ayunar de Instagram urgentemente. 

Recuerdo que hace 4 años hice un ejercicio similar. En esa época no tenía cuenta en Instagram, pero sí tenía Facebook, YouTube, Netflix y un montón de jueguitos como el Candy Crush. Recuerdo aún la toxicidad y el malestar que me daba el Facebook en especial, sin mencionar que perdía muchísimo tiempo en esas cosas. Está todo documentado en este blog: 

https://clemevangelina.blogspot.com/2017/04/el-experimento-introduccion.html

Aquella vez no logré despegarme del todo de estas cosas en el tiempo que me propuse, pero sí que le pude poner un orden al asunto, y desde ahí, me controlo bastante. Pero dos redes nuevas han aparecido desde entonces: Pinterest e Instagram. En Pinterest guardo ideas de tejidos, vestuario e imágenes bonitas, es decir, uso la plataforma para lo que está hecha. Acerca del Instagram, pensaba en un principio que sería bueno para vender mis tejidos y tener un portafolio profesional, y me gustaba porque sólo se comparten fotos y en general es bastante libre de política, no me imaginaba la travesía emocional la que he vivido ahí. 

Sucede que en los 3 años largos que llevo en el Instagram, solo he vendido una vez algún tejido. Luego empezó el frenesí de los likes. Empecé de un momento a otro a sentir la necesidad de competir con todo el mundo por cantidad de likes, y nunca, nunca he ganado, soy de las personas más impopulares que conozco. Sentí el dolor de la decepción, pero no un dolor nuevo, porque la situación se parecía mucho a mi vida en el colegio: las personas populares, lindas y sociables del colegio, ya adultas, obtienen muchísimos likes; y yo, que era muy nerd y poco querida, o al menos así se sentía, lo sigo siendo en cuestión de números en las redes sociales. Quise borrar mi cuenta de Instagram, pero por esas fechas me llegó un comentario de un nuevo seguidor extranjero, de que mi galería era muy estética e interesante, y decidí más bien concentrarme en construir una galería bonita, llena de dibujos, tejidos y videos míos con música, es decir, que no fuera tanto un "culto" a mi cara. 

En eso íbamos, pero el veneno vuelve, y tiene quizá mucho que ver con mi personalidad y mis propias debilidades. Soy artista, después de todo, me gusta exponerme, y trabajo mucho en lo que muestro. Se me presenta la tentación de querer ser una celebridad, así como lo son las personas a las que sigo... Pero entonces pienso... ¿ellos sí serán celebridades? y luego pienso en las verdaderas celebridades y sus vidas infernales... Y luego me acuerdo de mi vida real. 

Así tendré de lavado el cerebro que a veces se me hace más real la vida que pongo en las redes que mi propia vida. La persona que soy en las redes, ciertamente es quién quisiera ser, pero quien estoy siendo, donde verdaderamente me pongo en acción y saco lo que soy, se desenvuelve aquí afuera, con mi esposo, mi familia, mis estudiantes, mis coros. Tengo un apartamento pequeño que es la galería del verdadero uso de mis tejidos, tengo estudiantes y coros a los que sirvo con mi voz todos los días. 

No tengo ni idea de cómo están realmente los conocidos cuyas vidas envidio, ni la más remota idea, y muy poco interés, la verdad sea dicha. Y no creo que sea mala persona por no querer saber, tengo mis allegados, que si necesitan mi atención. ¿A qué estamos jugando entonces? Porque si no es una especie de competencia de a quién le está yendo mejor, será por el morbo de estar ahí para saber si todos estamos bien, y quién no está bien... En fin. En este punto ya habrá libros al respecto.

Yo sólo sé que voy a abstenerme de abrir mi Instagram durante toda la Cuaresma, y cuando terminé decidiré qué tanto lo necesito, si vale la pena conservarlo.

El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...