miércoles, 27 de junio de 2018

Fiebre de bandola

La vida de casada ha traído sus retos, pues no podría tratar de negar que, como trabajo por horas dando clases de música, la mayor parte del tiempo soy ama de casa, y distribuyo mi tiempo entre el oficio de la casa y mis proyectos personales como músico que soy de profesión. Antes de casarme me trasnochaba chateando con mi prometido y me levantaba tarde todos los días, porque las clases que doy son en la tarde. Ahora que vivimos juntos, no tenemos que trasnochar chateando, y nos vamos a dormir a la hora precisa para que él madrugue a trabajar. Me levanto entonces a preparar el desayuno y a acompañarlo mientras se alista, y me queda un día bastante más largo que de costumbre en mi vida de soltera. 

Pensé que ese tiempo extra me lo gastaría en las labores domésticas, pero lo cierto es que aún así me sigue sobrando. Ayer, en el colmo de la pereza y el despilfarro, estuve clavada más de dos horas al YouTube, viendo uno tras otro videos de 20 minutos, 40 minutos, etc., como quien antaño canaleaba frente al televisor. Almorcé y tuve que salir un momento, y cuando volví todavía faltaban dos horas para que mi esposo llegara a la casa. Me dije que ese tiempo sí tenía que ser bien aprovechado como fuera, y recordé que hace tiempo tenía pendiente leer un artículo de un musicólogo sobre el instrumento que aquí en Colombia llamamos "bandola", o "bandola andina", para diferenciarla de la "bandola llanera".



Hace más de 10 años tocaba la bandola en la Estudiantina de mi colegio, en la que no sólo era yo de las únicas dos mujeres en un grupo de alrededor de 20, sino que era la peor bandolista. Sin embargo, el instrumento me causaba una especie de fascinación romántica por su forma de laúd pequeño, y en mi cumpleaños de 16 pedí que me regalaran una. Supongo que la última vez que la toqué fue hace 10 años, porque la abandoné por completo cuando llegaron otros intereses, y la tenía arrinconada acumulando polvo.

Hace dos años, haciendo un trabajo para la maestría, encontré este artículo que mostraba a través de imágenes la evolución del instrumento hasta lo que es hoy, pero como no era relevante para mí en ese momento, lo puse en mi lista de lectura libre, porque sí me interesaba. En fin... Ayer se me presentaron las dos horas perfectas para leerme el artículo en una sentada y salir de eso después de dos años de tenerlo ahí. Y sí... Como me pasa siempre que leo algo de historia de mi país, me embargaron los sentimientos románticos de nostalgia patriótica de pensar que este pequeño instrumentito melódico me conecta con otras generaciones y reafirma en mi identidad como colombiana. 

Siempre me ha inquietado el pasado de mi familia, porque de antes de mis bisabuelos no sé nada, porque nadie sabe nada. Con la madurez me he ido adaptando a la idea de que debo descender de humildes y honestos peoncillos donnadies, no obstante y según el artículo, de algo puedo estar segura, y es de que bailaron al compás de música acompañada por bandolas. No es descabellado imaginar que varios de mis parientes tocaron el instrumento también, y hasta con gran virtuosismo, o con gran sentimiento... Si son antepasados míos es más probable que tocaran con pasión que con virtuosismo. 

Leí las últimas páginas del artículo de afán, porque me estaba muriendo por abrir el empolvado estuche de mi bandolita para contemplarla y tocarla. La negligencia era tal que no había primeras cuerdas, pero bueno, la medio afiné, intenté tocar escalas y lo logré. Llegó mi esposo, me apresuré a saludarlo y a comer con él, y volví a mi bandola. Una hora estuve dándole anoche, otra hora esta mañana que no fue más porque mis dedos no están acostumbrados y se resienten, y probablemente esta noche me engome otro rato. La situación ha cambiado mucho desde que tenía 14 años: Ya sé leer partituras, y he cogido técnica y callo por tocar tiple, un instrumento con el que me obsesioné a los 21 años. Por estas razones he podido tocar la bandola fácilmente y con cierta fluidez. 

Pero bueno... ¿Qué rayos significa esto? ¿De qué me sirve tocar bandola hoy en día, que no tengo ensamble al cual unirme como bandolista? ¿Si yo soy cantante? Si últimamente me dedico a la música sacra y a mi propio repertorio... ¿Dónde encajaré esta maravilla? Ya veremos qué me ingenio. 

El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...