miércoles, 22 de enero de 2020

La amistad en la vida adulta

Últimamente ando muy aficionada a los videos en los que analizan películas y personajes del cine o de series de televisión, desde un punto de vista más psicológico dentro de la historia, que desde los aspectos técnicos de la producción. Y hay un tema que se repite bastante debido a la gran cantidad de comedias de cine y televisión que lo abordan: la amistad, sobretodo cuando uno ya es adulto. 

Me puse a revisar el tema a la luz de algunas de las reflexiones de esos videos, ya que llevo por lo menos 4 años de vida adulta oficial. Y llegué a lugares interesantes que a continuación compartiré: 


1. Es más difícil hacer amigos en la vida adulta.

Cuando uno es niño, es sencillo acercarse a otro niño e incluirse en su juego, porque no hay prejuicios ni reglas que lo prevengan a uno. Ahora no es sencillo hacer una conversación con cualquier extraño, y aunque se pueda hacer, es algo que no significará nada, más allá de ese momento. Si en algo trasciende un encuentro así, no será para amistad, sino probablemente por un interés romántico.

Además, por experiencia propia viví que luego aparecen intereses que lo pueden alejar a uno de su amigo de la infancia en la adolescencia, y ahí es cuando uno simplemente salta a buscar personas con los mismos intereses.  


2. Es más difícil "escoger" a los amigos en la vida adulta.

Encontrar personas con intereses similares no es difícil, porque entre decenas de estudiantes que tienen los colegios, habrá alguien que comparte los mismos valores o gustos, y esto también sucede en la Universidad. Si no te sientes cómodo con la gente de tu carrera, es probable que haya un electiva o actividad extra curricular en la que te ajustes. 

Sin embargo, cuando uno crece, los ambientes son cada vez más pequeños, y a pesar de que en la vida profesional podría uno compartir la pasión por la carrera, las personas son más complejas, tienen más aspectos, y encontrar completa afinidad con alguien es algo casi imposible. 


3. Es por eso que la mayoría de amistades no duran toda la vida. 

Llega un momento en el que uno cambia de intereses, preferencias, y sobretodo forma de pensar. Ya uno no comprende a sus amigos, y ellos no lo comprenden a uno, y poco a poco la distancia va creciendo, y ambas partes ceden a ella. 


4. Las amistades forjadas en la vida adulta son más profundas. 

Como no hay mucho de dónde escoger cuando uno es adulto, la amistad se va dando entre las personas con las que uno está obligado a estar la mayoría del tiempo, es decir la gente del trabajo y la familia. Aunque en un principio no hay nada en común, el pasar tiempo juntos implica un conocimiento profundo del otro, afrontar y solucionar problemas o compartir triunfos va uniendo a las personas. 

Aquí es cuando me doy cuenta de mi propia madre, con quien sostuve vergonzosas peleas en la adolescencia, es una gran amiga ahora, y que el director de mi coro, el músico alemán idealizado e inalcanzable, es también un gran amigo, que sabe mucho de mí, y yo sé mucho de él. Por supuesto debo agregar que la relación que tengo con mi esposo es la más profunda de las amistades, y que con él cuento para consuelo, apoyo, y consejo. 


5. La amistad es necesaria en la vida adulta.

Es que salir a la vida profesional y vivir solo no es nada fácil, es abrumador. Adicional al hecho de que todas las acciones y supervivencia son completa responsabilidad de uno mismo, está que por lo menos en esta ciudad capital en la que vivo, la gente es competitiva y egoísta, y rara vez alguien te tenderá una mano, a menos que sea completamente indispensable. Las relaciones son superficiales, cordiales, y hay envidia, ambición, rivalidades, y todo lo que se ve en las telenovelas y CSI. La mayoría de las personas se protege, y en las relaciones evita verse vulnerable, o sufre en secreto. 

Es indispensable tener a alguien con quien uno pueda abrirse completamente, desahogarse, verse desde fuera y ver las situaciones desde otra perspectiva. Por eso las personas que uno no consideraba antes adquieren un valor inmenso cuando el mundo se pone complejo, como mi mamá, que ya ha vivido muchas de las cosas que ahora vivo, o como el colega que ha pasado más penurias económicas que yo, cosas así. 

Siempre he sido una persona de poquísimos amigos, incluso desde niña. Nunca he podido llamar a más de 3 o 4 personas a la vez "amigos". La palabra tiene mucho peso para mí, y no la uso a la ligera. Es por eso que en mi experiencia, las personas a las que ahora llamo amigos, de orígenes y profesiones muy diferentes, tienen una sola cosa en común: el propósito de vivir una vida honesta y generosa, ese es el ideal que compartimos todos. Después de todo, en la vida adulta el adagio sería: 

"El que encuentra una verdadera buena persona encuentra un tesoro". 

Y uno no debería dejarla ir nunca. 






El último mes

Mi querido y maltrecho Mac de segunda mano, que alegría me da estar acariciando tus suaves teclas, en comparación con las del enorme y profe...