jueves, 29 de abril de 2021

Un Abril muy loco, semana por semana

 Estoy escribiendo desde la cama, algo que no hago desde que vivía con mis papás porque aquí tengo mi propio estudio, disponible para mí cuando quiera. Lo que pasa es que tengo fiebre y escalofríos, y como está lloviendo torrencialmente no quiero perder el calor de las cobijas. Esta última semana de Abril ha sido en la que mi esposo y yo salimos positivos para Covid. No me sorprende que tuviésemos las defensas bajas, no ha sido un mes fácil, incluso desde antes de comenzar ya había caído muchísima presión en Abril. 


Todo comienza el lunes anterior a la Semana Santa, cuando voy a una entrevista de trabajo de forma rutinaria, sin entusiasmo, porque sé que no tengo la experiencia para que me contraten, y me llevo la sorpresa de que la entrevistadora me está convenciendo de que acepte, en lugar de preocuparse de si soy apta o no. La vacante es para profesora de música en un jardín infantil. Me cita el viernes para la última prueba, que sería darle clase al grupo de los más grandes y al de los más pequeños. La razón por la que no tengo experiencia en primera infancia es porque, más que no sentir interés, el campo me genera rechazo, y paso martes y miércoles pensando con esfuerzo en si ir a la última prueba, porque tengo la impresión de que me van a contratar. Finalmente decido que sí, porque sería interesante probar tener un ingreso fijo, en vez de la inestabilidad de las clases particulares, y las misas y matrimonios que salen de vez en cuando. Asistí entonces a la prueba, sacando todo de mí para mantener a esos niños involucrados, e inmediatamente después ya me estaban abriendo el usuario del Microsoft de la empresa. El lunes de Pascua sería mi primer día. 


Llegó la Semana Santa, y los primeros días me dediqué a estudiar sobre las etapas de la primera infancia, y a buscar material. Luego vino el Triduo Pascual en el que tuve la bendición de cantar, y ahí me distraje mucho, y no pensé tanto en el trabajo que iba a comenzar. 


La semana de Pascua comencé a trabajar, y cada día fue terriblemente abrumador. No conseguía la atención de los niños, debía moverme mucho y hacer mucho ejercicio, las asistentes que acompañan a los niños me pedían que hablara más duro... Y daba más o menos la misma clase entre 4 y 6 veces al día. Hoy pensar en la figura de las dos corcheas (fuera de una pieza musical, claro está) me causa mareo. El trabajo solo era en las mañanas, y cada tarde llegaba a mi casa agotada, y en un estado mental apático en el que lo único que me provocaba era ver televisión, me aplastaba en mi sofá por dos o tres horas. Hablé con algunas personas acerca de cómo me sentía y todos me animaban a seguir, entonces pensé que debía vivir semana por semana, y así el tiempo se iba a pasar rápido. 


La segunda semana perdí aún más el control de algunos grupos porque ya me habían cogido confianza los niños. La indisposición psicológica no disminuía, y estaba empezando a desesperarme. No estaba enseñando nada, solo me pedían entretener a los niños, y siempre me quedaba corta en eso a ojos de mi jefa; además, yo rara vez me enojo, pero ese era mi estado constante allá, y así era para las demás profesoras, porque a esas edades esa es la dinámica. Recordé que una amiga me había enviado un libro acerca de una teoría psicológica, y pensé que tal vez si lo leía podía encontrar cómo dejar de sentirme tan mal. Resultó que según ese libro, mi perfil se ajusta casi perfectamente al de la persona con "abandonment issues", con una herida de abandono en la niñez. Me asusté porque la mayoría de rasgos físicos y de la personalidad del perfil concordaban conmigo. Cuando llegó mi esposo esa noche le conté todo, le leí algunas partes, y él me ayudó a ver porqué a esa teoría le era imposible sostenerse, y que no era algo para tomarse muy en serio, así que quedé más tranquila. Pero algo me había dejado la lectura, y fue una especie de hastío con mi forma de ser, sobretodo con la parte de siempre querer hacer sentir bien a los demás, y de que me aterroriza caerle mal a las personas. Eso no puede estar bien. Fui a una de mis clases particulares una de esas tardes, y la mamá de la niña, que es una súper ejecutiva triunfadora del mundo, me tuvo 40 minutos comentándome que me veía estancada, que no podía ser que una persona con maestría en otro país e idioma y tantas habilidades como yo, sea feliz aquí dándole clase a niños. De primerazo pensé que sí soy feliz dictando clases particulares a niños y adolescentes, pero luego recordé que hace 7 años, cuando empecé, las clases eran un plan de contingencia mientras encontraba la forma de vivir del canto y desarrollarme en la composición. No necesariamente voy a dejar de dar clases, no obstante, ¿Qué pasó con esos sueños y planes? A veces le digo a las personas que si hubiese sabido lo gratificante que era dar clases, tal vez habría hecho el énfasis en educación musical, sin embargo no lo hice, porque lo que siempre me ha gustado ha sido la composición, así al finalizar la carrera no fuera muy buena; y por supuesto, cantar. 


La tercera semana comenzó con una celebración con amigos el Domingo, a la que asistí no con poca apatía, y en la que me excedí comiendo. Como era de esperarse, el lunes amanecí enferma, y toda esa semana sufrí de mi primer episodio de colon irritable. Dos de los días de la semana no pude asistir al trabajo. Lo peor eran los dolores que me daban, que no aliviaban los medicamentos, tal era el malestar que este Covid no se le compara. Cuando para el jueves ya estaba bien y podía pensar con claridad, tomé la decisión: Tengo que terminar lo del jardín. Lo hablé con mi esposo, y él estuvo de acuerdo, es más, me dijo que no había encontrado paz en la casa prácticamente ningún día desde que empecé a trabajar, y que por eso le parecía lo más sano. El sábado organizamos unas cajas y una biblioteca del estudio, y encontré un montón de papeles motivacionales que colgaba en mi cuarto de Inglaterra y algunas de mis "obras de arte" de cuando estaba en la universidad, los cuáles me hicieron sentir conectada de nuevo con mis ilusiones, y con mi parte más creativa y artística. Llena ya de confianza, le escribí a mi jefa que esta semana sería mi última semana. Me gustaría añadir que nunca me sentí muy bienvenida en el jardín. El personal no tenía mucho tiempo para mí, hasta el punto de que nunca firmé contrato, aunque mi jefa está segura de que sí. Sé que no, porque saqué muchos de los documentos requeridos hasta la semana pasada, y es que LITERALMENTE no recuerdo haberlo hecho.




La cuarta semana es esta, Abril termina mañana. Coincidentemente, el gobierno suspendió las clases presenciales de colegios y jardines, y no tuve que asistir. El martes mi esposo amaneció con síntomas y fuimos a que le hicieran la prueba. Lo cuidé ese día, y ayer empecé con los síntomas, que se han agravado hoy. Hace unas horas mi jefa me escribió para decirme cuánto trabaje y cuánto me van a pagar, la cosa es que, o yo entendí mal, o no están honrando el trato que me ofrecieron, pues me están pagando las clases que dicté, y no las horas que estuve ahí, que fueron el doble, porque a dos grupos se les olvidó asistir a clase. No quiero pelear, porque nunca sentí que hubiera recepción de lo que yo decía, era como si no les importara mucho mi persona. Voy a recibir mucho menos dinero del que pensé, y se supone que acepté el trabajo para mejorar mi situación financiera...


Este mes perdí a varios de mis estudiantes particulares, y en Mayo pierdo a otra más, que se va a vivir a otro país. No tengo certeza de que vaya a recuperar mi ritmo de clases pronto, pero entro a Mayo como una persona distinta. Voy a reducir mis gastos personales a lo mínimo, me lo he propuesto para que podamos ahorrar algo, y voy a dedicar mis mañanas a trabajarle a dos proyectos, uno literario y uno musical que dejé empezados hace tiempo. Pensé, ¿qué pasa si le dedico "jornadas laborales" a trabajar en mis sueños? Tengo que intentarlo, así sea por un mes. 


Los mantendré al tanto, por ahora, ¡¡bienvenido Mayo!!



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